En su último Informe de Coyuntura Económica y Laboral, La Confederación Española de Organizaciones Empresariales del Metal, CONFEMETAL aboga por llamar a empresas y empresarios por sus nombres, como primer paso para ponerles en el centro del escenario económico, abandonando el noñismo de la protección y fomento del “emprendimiento”.
Al Hilo del “Plan de Acción de Emprendimiento 2020” de la Unión Europea, CONFEMETAL señala que generar el cambio de marco global que permita crear empresas, que sean competitivas, que sobrevivan y que crezcan y den el salto para dejar de ser Pymes, debe empezar por hablar, sin circunloquios, de empresas y de empresarios, de Pymes, de sus necesidades y de su particular idiosincrasia.
Sólo situando a la empresa y al empresario en ese centro del escenario económico, habrá terreno abonado para políticas de empleo, de investigación, fiscales, laborales, de racionalización legislativa, de internacionalización, formativas, de financiación…, fundamentales para mejorar la competitividad y favorecer la adaptación de las empresas a las coyunturas cambiantes de los mercados, pero estériles si antes no hay un fomento de la propia idea de empresa.
También a escala española se ha diseñado una “Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven para el periodo 2013-2016”, con una dotación presupuestaria adicional a los fondos europeos, con distintos incentivos y aprobado con la participación y el consenso de los interlocutores sociales.
Pero ambos. Plan y Estrategia, será difícil que puedan corregir los males que nos afligen si antes no reconocemos que son las empresas y los empresarios los que sobre la base de medidas económicas, formativas y de empleo y regulación del mercado de trabajo, darán soluciones a nuestros problemas.
Ha sido de las empresas de donde ha surgido la inmensa mayoría de los avances que estructuran el gran entramado productivo de las sociedades occidentales que, a su vez, es el que soporta el edificio económico y social que llamamos estado del bienestar.
Pero, además, habría que ir más allá y explicar que toda esa estructura está formada en los países más prósperos del mundo, fundamentalmente, de pequeñas y medianas empresas. En ellas reside buena parte de la competitividad de productos y servicios, y en ellas se han de concretar las ideas de innovación, de mejora continua, de ir más allá y buscar nuevos enfoques y mercados, de absorber nuevos métodos de gestión y tecnologías, en suma: de hacer empresa y asumir riesgos.